🏖️Verano: El gran Espejismo de Instagram 📸

Ya estamos bien metidos en el verano, esa época gloriosa en la que Instagram se convierte en un desfile de vidas perfectas.

Todo el mundo sube fotos de playas turquesas, cócteles fluorescentes y platos de marisco tan bonitos que parecen sacados de MasterChef. Es como si medio planeta estuviera rodando un anuncio de perfume… y tú lo vieras desde el sofá, en pijama, con el ventilador apuntándote a la cara.

Porque vamos a decirlo claro: en verano, todos hemos sido un poco “posturetas”. Hemos subido esa foto perfecta para presumir de lo bien que estamos, aunque por dentro estemos más aburridos que un cactus en el desierto o aguantando conversaciones eternas con gente que no nos cae ni medio bien.

¡Y ojo con las historias y los estados! Vas, comentas: “¡Qué bien se te ve, qué envidia!”… y te contestan: “Es del año pasado… estaba nostálgica.”

Nostalgia, dice.

O esos que al menos tienen la decencia de poner “remember” sobre la foto. Se agradece, porque así te da menos coraje saber que no es el ahora, sino el pasado. Porque nada peor que estar sudando en la oficina mientras alguien te hace creer que está en Maldivas… y resulta que es una foto de 2022. ¡A ver si ponemos fechas, gente, por salud mental colectiva!

Instagram es un escaparate, no la vida real. Relax. Si no puedes permitirte el ceviche deconstruido ni el chiringuito con camas balinesas, no pasa nada. Igual eres más feliz comiéndote un bocadillo de jamón en la piscina hinchable del patio.

Pensamos en verano y enseguida nos imaginamos playa, mojitos y cero trabajo, como si todos fuéramos herederos de un marqués. Y por eso se dice que el verano es “para los ricos”, esos seres místicos que parecen no tener jefe, ni facturas, ni despertador.

Pero seamos realistas: poca gente aguanta un mes entero de vacaciones sin acabar echando de menos la rutina. Después de 18 días, ya están mirando el correo “por si acaso”, porque aunque estés de vacaciones, no puedes fundirte el sueldo diario como si tus vacaciones duraran solo una semana.

Verano no es solo playa, arena, ducha, cenita, vinito, y repetir en bucle como el Día de la Marmota.

Hay mil maneras de vivirlo:

    Piscina del bloque con olor a cloro y risas.

    Tapitas en el bar de la esquina que saben a gloria.

    Visitar a unos amigos. 

    Ir de rebajas y volver con cosas que no necesitas.

    Gritar en un partido de fútbol como si te fuera la vida en ello.

    Ir a la feria de tu pueblo o del de al lado, montarte en los coches de choque, comer algodón de azúcar y bailar pasodobles como si no hubiera un mañana.

    Perderte en las fiestas del pueblo y acabar bailando en la explanada donde está la orquesta, con la gente que no conoces y con las luces de colores que te marean un poco.

    Helado en mano, paseo al atardecer, y listo.

Todo eso también es verano.

Si puedes permitirte un hotelazo con todo incluido o un viaje a otro continente, ¡chapó! Me alegro por ti, de verdad. Todos hemos sido, somos o seremos “el rico de Instagram” en algún momento. Pero si no es el caso, no pasa nada.

Lo importante es vivir tu verano como te dé la gana, aunque sea en chanclas de supermercado y con nevera azul llena de latas.

¡Porque el verano no se mide en likes, sino en momentos que te hacen reír hasta que te duele la barriga!

P.D. 1: Y sí, como sé que algún maestro me lee, seguro que ya estará pensando: “¡Los maestros!” Pues lo siento, chicos: tenéis dos meses para tocaros la panza, pero sé de casi primerísima mano que, después de, vamos a decir, casi un mes, ya estáis un poco cansados… y volvemos a lo mismo: no se puede estar todos los días gastando 100€, a no ser que seáis maestros y ricos a la vez. ¡Os queremos igual!

P.D. 2: Me gustaría probarlo alguna vez, ¿eh? Solo para saber si de verdad me aburriría en dos meses… o si me convertiría directamente en gaviota de chiringuito. 😎