El Jardinero es la Nueva Serie de Netflix que Mezcla Estética Romántica con un Thriller Retorcido.
No soy de ver series cuando están de moda. No sé por qué, pero cuando todo el mundo habla de una, a mí automáticamente se me quitan las ganas. Me pasa desde siempre. Y lo peor es que, años después —tres o cuatro tranquilamente — es cuando me entra la curiosidad. Cuando ya nadie se acuerda, cuando ya no hay merchandising ni frases épicas por todos lados. Justo ahí es cuando digo: venga, ahora sí.
Pero esta vez... ¡he sido de las primeras! Un hito histórico en mi historial de consumo de series. Mucha gente empezaba a hablar de El Jardinero, esa miniserie de Netflix, así que me lancé. Y aquí estoy, para contar mi opinión.
Aviso: esto tiene spoilers. Si aún no la has visto y tienes intención, guarda esto para más tarde.
Cuando vi la intro pensé que trataba de una novela de Megan Maxwell
Sí, esa saga que volvió loca a media España, con títulos como Pídeme lo que quieras o Pasa una noche conmigo. No los he leído, pero con esos títulos... y como Netflix ya hace series de las novelas... Pues bien, El Jardinero empieza igual: flores por todos lados, imágenes sugerentes, una estética que parece portada de novela romántico-picante. Pero claro, si la historia va de jardinería, ¿qué esperabas? ¿cervezas?
Lo que nadie se espera (o sí): el jardinero no es quien tú crees
Cuando escuché el título pensé en un hombre sabio, mayor, de esos que te miran y te leen el alma. Pero no. Resulta que El Jardinero es un chico joven, limpio como una hoja en blanco… inmaculado, vamos. ¿Y por qué lo de inmaculado? Pues ahí viene la movida: su vivero, precioso por fuera, esconde un secreto un poco más... macabro.
Sí, cultiva, cuida y vende flores. Sí, tiene un jardín abierto al público. Pero lo que no te esperas es el abono. Abono humano. Tal cual. Una mezcla entre El Perfume y Dexter, con mucho lirio de fondo. Y lo más fuerte: el chico no siente nada. Cero. Ni alegría, ni tristeza, ni dolor. Todo empezó después de un accidente en su infancia. Y claro, esto de no sentir, en el mundo que vivimos, suena hasta a superpoder.
Una madre que no suelta ni con podadora
Él no va por libre. Su madre está detrás de todo. Es la que piensa, organiza y mantiene el negocio. Una mente fría como el mármol. Ella decide quién se convierte en abono, y también gestiona los encarguitos. Porque claro, para qué buscar trabajo si puedes convertir a tu hijo en la gallina de los huevos de oro.
Y todo iba como un reloj... hasta que el chico empieza a sentir. Y no solo eso: se enamora. Y ahí se desmorona todo, al menos por un tiempo porque ya te imaginas que eso no puede durar mucho.
Ahora bien, yo no soy madre, así que no puedo hablar desde la experiencia. Pero dicen que las madres sufren cuando ven que sus hijos se enamoran, que se van del nido, que ya no las necesitan igual. Pues imagina eso elevado al extremo. La madre de este chico no está dispuesta a soltarlo. No por amor maternal, sino porque sin él no hay negocio. Y sin negocio, no hay pasta.
Flores, sangre y emociones nuevas
La serie es un viaje raro pero potente. Esa mezcla entre belleza visual (todo tan verde, tan floral, tan bonito) y el horror que hay detrás. Te remueve, porque todo lo que parece puro, en realidad está podrido por dentro. Y eso, quieras o no, te deja pensando.
Pero oye, después de ver El Jardinero, empiezo a pensar que a mis plantas no les falta ni sol, ni agua… ¡les falta ese abono tan especial! Igual le escribo, porque se me mueren hasta los cactus. Y eso ya no es mala mano, ¡eso es una maldición! 🌵💀
0 Comentarios
¿Tienes algo que decir? ¡Recuerda! siempre con respeto