"Se dice que se te ha visto por la calle vagando,
llorando por un hombre que no vale un centavo,
pobre diabla, llora por un pobre diablo." 🎶¿Quién no ha perreado en una discoteca al ritmo de Daddy Yankee, Don Omar, J Balvin, o esos temazos de Luny Tunes y Noriega que reventaban los altavoces?
Si no lo hiciste, con cariño te lo digo: o no eras de la vieja escuela… o eras de los que se quedaban en casa jugando al Age of Empires.
Y no te juzgo, pero… te perdiste algo grande. 😏
Y ni siquiera la generación Z ha podido resistirse al reggaetón de nuestra época.
Ese que sonaba a callejón, a verano sin final, a sudor, rímel corrido y flow sin vergüenza.
Ese que te hacía sentirte modelo de Victoria’s Secret en la entrada de la discoteca, con tus botas altas de tacón de goma, el vestidito ajustado con volantes o con picos, que parecía haberse cortado con tijera, el flequillo ladeado y los aros de plástico de colores chillones.
¿Dinosaurios? ¡Sí! Por ahí todavía andamos, orgullosos y moviendo el esqueleto. 🦖💃
Porque sí: esa fue nuestra época.
La mayor preocupación era estudiar, guardar algo de dinero y salir de fiesta.
Y si me dices que no te suena, sorry, pero probablemente eras de los que tenían ordenador con torre y preferían quedarse en casa viendo Naruto. No te lo reprocho, pero no me lo tengas en cuenta si te digo que... te perdiste el perreo más glorioso de la historia. 😌
Y sí, las letras eran a veces machistas, absurdas o directamente incomprensibles.
Pero seamos sinceros: ni sabíamos lo que decían.
¡Nos bastaba con esos bajos profundos que nos sacaban el alma por las caderas!
Esa sensación de estar viv@, de gritarle al mundo que esta noche era nuestra.
¿De dónde viene este ritmo que no nos suelta?
Aunque el reggaetón hoy esté en todas partes —desde tu playlist de gimnasio hasta la boda de tu prima—, su origen está bien claro:
Puerto Rico, isla caribeña, cuna de ritmos y calle.
Todo comenzó cuando allá por los años 90, los sonidos del reggae jamaiquino se colaron por Panamá y luego explotaron en Puerto Rico.
Pero claro, los boricuas le metieron letra callejera, beat más agresivo y una actitud que decía algo así como:
"Ehhhh, estamos aquí, somos barrio y tenemos algo que contar."
Así nació el reggaetón.
Un hijo del reggae y el hip hop, con un ingrediente esencial llamado dancehall (ni idea exacta de qué es, pero por lo visto es el primo fiestero del reggae que le pone más ritmo a la cosa).
Fue criado entre altavoces rotos, casetes piratas y camisas de rejilla.
Y en medio de esa mezcla nacieron los primeros nombres grandes: Daddy Yankee, Don Omar, Tego Calderón, y la poderosa Ivy Queen.
¿Y Medellín? ¿Qué tiene que ver en todo esto?
Todo. Absolutamente todo.
Si Puerto Rico lo parió…
Medellín fue la ciudad madrina.
Esa tía chula que lo vistió bonito, lo metió al estudio, y lo mandó directo al mundo entero.
Y si no me crees, mira La Reina del Flow:
Esa serie ambientada en la Comuna 13, donde un grupo de chicos crean reguetón desde el barrio, componen, luchan, y se lanzan a la fama.
Una historia que nos recuerda que este género no es solo música, es también sueño, calle y supervivencia.
Medellín ya no era solo la ciudad de la eterna primavera:
se volvió la fábrica mundial de hits, el lugar donde nacieron artistas como:
J Balvin, el niño prodigio de Medellín que conquistó el planeta.
Karol G, la Bichota, reina del despecho moderno y la fuerza femenina.
Maluma, también conocido por aquí como el papasito Juan Luis, que mezcla flow, pop y seducción a partes iguales.
🚗 Y ahora… los híbridos
Como los coches de última generación: mitad de aquí, mitad de allá.
Y el que está sonando fuerte en este momento es, sin duda: Beéle.
Sí, Beéle. Para los que aún no lo tienen en radar: pelado colombiano con cara de niño bueno y alma de productor de beats sabrosones.
Y sí, dije pelado. Algunos lo entenderán, otros tendrán que preguntarle a un colombiano. 😅
Este chico mezcla reggaetón con afrobeat, y lo hace tan bien que te da igual si entiendes lo que canta o no.
Necesitas un buen traductor, dos tequilas y un diccionario urbano para pillar la letra.
Pero te digo algo: suena un sonidito, un ritmito... y tu cuerpo empieza a contonearse solito.
Y si no es así, amiga, amigo, será que tú y yo tenemos sangre distinta. Porque a mí me pasa.
Y espero que a ti también.
Porque la vida son dos días, y con música y baile todo es más llevadero. Mejorable. Vivible.
El reggaetón no solo es un género musical.
Es un idioma que se baila.
Y aunque cambien las modas, los TikToks, y los filtros de Instagram…
Cuando suena un beat viejo o uno nuevo con ese sabor, nos acordamos de quiénes fuimos y quiénes todavía somos.
Y es que sin música, la vida…
"no tiene sentido que con esto que sentimos tú estés por otro camino, no es normal
Bebé, tú allá y yo acá
Eso no tiene sentido, baby, si ya coincidimos y un par de cosas vivimos, no es normal
Bebé, tú allá y yo acá
Eso no tiene sentido...". Sé que la estabas cantando! 🎶😉
P.D.
No soy experta en reguetón y tampoco tengo un máster en producción musical...
Solo sé lo que viví. Lo que sentí.
Y esto que te cuento aquí es eso: mi opinión, mi historia, mi verdad bailada.
Si tú también lo viviste, o lo estás viviendo ahora… ya sabes que no estás sola, ni solo.
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