Balayage: El Arte de Dejarte el Cuello en el Lavacabezas pero Salir Divina

Después de casi dos años sin hacerle nada a mi pelo —ni matiz, ni reflejos, ni una mascarilla con dignidad— decidí que ya tocaba un cambio. Mi base es rubio ceniza, pero el rubio ya estaba más escondido que los calcetines buenos cuando los necesitas. Así que a las 4 de la tarde me planté en la peluquería con cara de “hazme algo, lo que sea, pero hazme nueva”.

La peluquera, un encanto de persona, me pregunta cuánto tiempo llevo sin aplicarme nada. Le digo “dos años”, y en vez de llevarse las manos a la cabeza, sonríe con una calma de monje budista y me asegura que el cambio va a ser visible. Y no lo decía por decir. Esta chica es delicada como una madre desenredando un nudo sin hacerte llorar. En lo profesional y en lo personal, un gustazo. Se notaba que dominaba el balayage y las técnicas de mechas actuales.

Empieza la operación papel albal, de plata o como lo llaméis. Mechón a mechón, con una precisión que ni un cirujano en plena intervención. Y tras casi dos horas envolviendo el pelo, me miro al espejo y parece que voy a emitir señales a la luna. Un híbrido entre antena parabólica y colaboradora honorífica de la NASA. O un ovni a punto de despegar. Maravilla estética, vamos. Y siempre pensamos eso. Todas. No podéis mentir. 

Mi cuerpo ya estaba en modo siesta, hundiéndome poco a poco en la silla como si me estuviera fundiendo con el tapizado, cuando aparece la salvación: un café. Pero no un café cualquiera, no. Un café en una taza súper cukqui, de esas que te reconcilian con la vida. Lo tomé como quien se toma un ibuprofeno emocional. Mano de santo.

Después, al lavacabezas. Aquí se coloca ese famoso protector de cuello, que se agradece… los primeros 10 minutos. Porque después de una hora (sí, una hora entera) entre quitar papel, matizar, aclarar, champú, más champú, masaje, otro matiz, más aclarado… el cuello se te queda como cuando duermes mal y te levantas mirando hacia Cuenca. Yo levantaba la cabeza de vez en cuando solo para comprobar que aún tenía fuerza vital y que seguía pegada al cuerpo.

Ahora, eso sí: el lavado de pelo es otra historia. Es casi una experiencia religiosa. Agua calentita, masaje suave, ese momento en el que no sabes si estás en la peluquería o en un spa de lujo. Por momentos, rozando lo indecente de lo bien que se siente. Lo digo como es: más relajante que un domingo sin responsabilidades. Me podrían haber dejado allí toda la tarde y no habría dicho ni mu.

Llega el corte y el peinado. Aquí otra lotería: he vivido sesiones donde salí con volumen, sí, pero también con el alma rota de tanto tirón. Como si intentaran arrancarme el alma por el cuero cabelludo. Pero esta chica no. Todo suave, con mimo, sin nudos traicioneros. Ni un mechón sufrió en el proceso. Y lo que es más importante: yo tampoco.

Y hablemos del ambiente. Porque quien diga que en las peluquerías no se entera de los cotilleos del pueblo, miente más que un filtro de Instagram en hora punta. Pero aquí no. Aquí se habla lo justo. Nada de “¿has visto lo que le ha pasado a la del tercero?” ni “pues dicen que fulanita...”. No. Conversación medida, sin meterse en vidas ajenas. Si no te interesa la vida de nadie, esta es tu peluquería ideal: discreción máxima y paz total.

Después de cuatro horas y pico —lo que viene siendo media jornada laboral— salí con el pelo precioso. Un balayage luminoso, suave, elegante. Un cambio casi radical, pero sin perder naturalidad. Yo me miraba en el espejo y pensaba: “¿Quién es esa mujer y por qué parece que duerme ocho horas y no grita en el coche?” Pues era yo, renovada.

Conclusión: Si vas a pasar media tarde en una peluquería, que sea con alguien que te cuide así. Delicadeza, técnica, cero cotilleos, un café bonito y un resultado que te hace sentir la versión peinada y brillante de ti misma. El cuello sufre, sí… pero el alma, el alma sale nueva. Os dejo el antes y después.






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2 Comentarios

  1. Nunca me ha gustado ir a la pelu, pero desde que conocí a Paloma es como si fuera a mi casa cada vez que la visito.... adoro ir a verla y es flipante el trabajo que hace, me encanta muchísimo. Bonitas palabras las que le dedicas 😊
    Muy recomendada, peluquería Paloma Luna en Campillos (Málaga)

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    1. Gracias a ti por tomarte el tiempo de dejar algo tan bonito. A menudo estamos tan acostumbrados a señalar lo que está mal, que se nos olvida reconocer cuando algo está bien hecho. Por eso, leer mensajes así de verdad alegra el día. 💛

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