Ya sí que sí. Se acabó el disimulo. Entre encendidos de luces —que por cierto, el alcalde de Vigo este año se ha retrasado—, árboles que ya llevan dos semanas de servicio activo y gente que va por la calle con brillo en los ojos y ojeras de solo pensar en el mes que les espera… podemos declararlo oficialmente: es Navidad.✨
Y sobre la decoración, que cada uno decore cuando le salga del pandero. Que para eso uno se pega el palizón de montar árbol, bolas, nacimiento y luces que se enredan como si tuvieran personalidad propia. ¿Tres semanas de disfrute? No, cariño. ¡Dos meses mínimo! Que el arte y la gloria hay que amortizarlos, que las “tonterías” navideñas son carísimas… pero también monísimas.
Hace nada estábamos con el último atardecer en la playa. Luego vino Halloween, con su catálogo de disfraces imposibles… y de pronto estamos comprando turrón. Y hablando de turrón, abro otro inciso porque esto hay que decirlo con el alma: ¿qué demonios está pasando con el Suchard? Cinco euros la tableta. Cinco. Una barbaridad, un atentado emocional. Que sí, que es arroz inflado con azúcar y está buenísimo, pero no pienso comprarlo. Ya bastante tenemos con la cesta de la compra, la inflación y la vida en general como para que ahora también nos sableen en Navidad. Anda ya… que se vayan a freír monos.
Y hablando de compras… La extra de Navidad ya voló y acabamos de entrar en diciembre. Entre regalos, propósitos de Black Friday y eso de “este año sí compro”… al final: mojón. Ruina emocional y financiera. No compras nada porque lo bueno-bueno sale justo al final del mes, cuando ya hemos gastado el dinero y la dignidad.
Así que muchos miramos el Black Friday como quien ve pasar un desfile: “Qué bonito todo… pero yo solo puedo comprar aire”. Estrategia nacional, vaya tela.
Pero volvamos a la Navidad y a este glorioso mes. Ya he empezado con los clásicos: mantecados, una caja al hijo de una compañera que recauda dinero para el viaje de fin de curso, típico, ¿no? También he caído en las famosas pastas de mantequilla —las virales de TikTok— cuya procedencia resultó ser india. Y oye, más allá del salseo… están deliciosas. Fin de la historia. Lo mejor: lo compré en noviembre y menos mal.
También tengo ya un décimo, comprado en noviembre, a medias y con Bizum hecho al minuto uno, que luego vienen los dramas. Y entrada para una zambomba. No es la de Jerez, que esa la tengo en la lista de “algún año caerá”, pero esta está muy bien: comes, bebes y te ríes, que para eso estamos. Shhh… ¿comprada en noviembre? No lo recuerdo, lo mismo ni he pagado.
Cada vez son más los bares que se apuntan a montar zambombas. En verano tienen rumbitas y en Navidad cambian la guitarra por villancicos con más fuerza que un calefactor. Y yo encantada. Cena con amigos, con familia, un vinito o una palomita —qué buen sabor tiene, algunos me entenderán, porque no todo el mundo sabe lo que es—, un villancico desafinado… y cómo no, el famoso amigo invisible. Ese sí que nunca falla. Una lotería emocional más fiable que la de diciembre.
Así que nada: estamos dentro del túnel de luces navideñas. Y oye… qué bien se está. Pero solo pensarlo, sentirlo, es doloroso. Verás las urgencias cómo se llenan este mes, infartos de solo pensar en todo el dinero que se va a gastar…
Bienvenidos al mes de la magia, del amor y de la pobreza, bienvenidos a diciembre.❤️🎄
P.D.: si me invitas, tú pones el Suchard 🍫y yo llevo un licor. 😂
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