Llega el verano.
Por fin dices adiós al trabajo… o un “adiosito” breve, que en estos tiempos un par de días libres ya es lujo. Con el precio del pan rozando categoría delicatesen y la leche a punto de pedir hipoteca, si todavía puedes permitirte unas vacaciones: enhorabuena, eres oficialmente millonario emocional.
Meses antes ya habías elegido destino y comprado el billete más barato que encontraste.
Low cost, por supuesto.
El más barato, el que no incluye maleta, ni asiento, ni dignidad… pero al menos vamos sentados. Que como a Ryanair le dé por sacar vuelos low low low cost de pie, yo me bajo del avión. Bastante hacemos ya con ir embutidos en esos asientos que parecen diseñados por IKEA en su línea “Mini-mini”.
Pero bueno, dos horitas en el aeropuerto, otra para la llegada, más las del vuelo… todavía es asumible. En verdad, no nos queda de otra.
Así que aquí estás: aeropuerto, control de seguridad, puerta de embarque… y yo ya empiezo a jugar a mi pasatiempo favorito: detectar quién será mi compañero de asiento.
Y aquí entra en acción nuestra fauna favorita:
1. El Niño Tornado
Partimos de una base: son niños, son inquietos, son imprevisibles. Vale.
Pero hay una línea fina —que no se debería rebasar— entre la travesura y el vandalismo aéreo. Y repetimos... son niños, sí, pero los niños viajeros en low cost vienen con energía nuclear. Se ponen de pie, se sientan, se cuelgan de tu reposacabezas como si fuera liana de Tarzán…
Recuerda: estamos en un low cost, los asientos son tan finos que sientes cada golpe como si te estuvieran tallando en madera, y no me digas que vaya en otro vuelo. Si voy en low cost es porque al igual que tu no puedo permitirme uno en primera clase.
Y lo peor: miras a los padres con cara de “¿esto es vuestro o lo encontrasteis en la cola?” y ellos… nada. Zen absoluto.
Solución: poner tu cara más seria, mirarlos fijo a los ojos y rezar para que interpreten la señal.
De bebés no puede haber quejas: te aguantas y punto.
2. El "Ocupa" de Reposabrazos
Ay, los reposabrazos…
En la teoría: cada pasajero tiene derecho a uno.
En la práctica: solo hay cuatro para tres personas, por lo que faltarían dos… Matemática cruel.
El que va en medio suele llevarse el doble premio, y tú terminas en modo unibrazo durante todo el vuelo.
Que viva la propiedad privada… pero solo cuando es suya.
3. El Masajista No Deseado
Suele ser el que viaja detrás de ti. No sabe cómo ponerse. Se mueve. Se reincorpora.
Se agarra a tu reposacabezas para impulsarse (sin pedir permiso, claro).
A ratos te clava las rodillas en las lumbares.
Es como recibir un masaje… pero del tipo que te deja cita con el fisio para mañana y un humor de perros para todo el día. ¡Por favor! Que tú estés incómodo no significa que debas fastidiar al resto. Un poquito de empatía, si es que aún queda de eso, claro.
4. El "levanta" y "sienta"
El vuelo dura dos horas, pero pasa 100 minutos levantándose.
Arriba, abajo, otra vez arriba… y de paso te hace levantarte a ti y a medio pasillo.
Consejo: ve al baño antes de entrar.
Si tienes una urgencia real, nadie te va a decir nada… pero ¿cinco veces en menos de dos horas? Eso ya es hobby.
5. El Cambia-Asientos Profesional
Pagó low cost, pero ahora quiere volar en primera… emocionalmente hablando.
Se acerca con una sonrisa y la frase mágica:
“¿Podrías cambiarme el asiento para que pueda ir con mi hija/primo/amigo?”
Mira, todos queremos ir con nuestros acompañantes, pero para eso pagas un poco más y eliges asiento.
Claro, así ya no sería tan low cost… y ahí se le acaba la sonrisa.
6. El Romántico de Película
Ha visto demasiadas comedias románticas en las que dos desconocidos guapos se conocen en un vuelo y ¡pum!, flechazo.
En la vida real, la conversación suele ser:
—¿De dónde eres?
—De Madrid.
—Ah, para saber qué visitar.
Fin.
Ni cupido, ni magia. Como mucho, un “buen viaje” antes de salir corriendo a por la maleta.
7. El Locutor No Oficial
Algunos, por aburrimiento o por pura curiosidad —o ambas— inician una conversación y ya no hay quien los pare: su vida, la de su perro, la historia del avión… todo en estéreo. ¿Y si de ahí nace una bonita amistad? Pero también, ¿y si lo único que deseas es un paracetamol y una cama al llegar? La cabina silenciosa es un mito diurno: solo existe de noche o de madrugada. El resto del día, toca estar listo para lo que venga.😎
8. El DJ del Aire
Se pone auriculares “para no molestar”. Épico, heroico…
Pero su música suena tan alta que podría servir para espantar aves del aeropuerto.
Y ahí estás tú, aprendiendo la letra completa de lo último de Bud Bunny, sin quererlo y sin gustarte.
9. El Durmiente de Hierro
Se sienta, se acomoda… y entra en coma profundo antes de despegar.
Tú piensas: “Mira qué bien, no molesta”.
Error.
Sus ronquidos son dignos de la banda sonora de Low Cost en Apuros.
No sabes si estás en un vuelo o en medio de una cueva con osos.
Bonus Track: El Anticipador de Salida
Aún no hemos aterrizado y ya está de pie, abriendo el compartimento superior y empujándote la cabeza con su mochila.
Si se pudiera saltar del avión en marcha, lo haría.
A este hay que observarlo con distancia de seguridad: su ansia es contagiosa.
✈️ Conclusión:
Los vuelos low cost son un experimento social: 180 desconocidos compartiendo unas horas… ¿Quién es el que mejor se porta? En un low cost, quejarse por todo no es una opción: es parte del billete 🤣. Así que ponte cómodo, activa el modo supervivencia y recuerda: si has logrado llegar sin mandar a nadie por la ventanilla… eres un héroe.
¿Y tú? ¿Conoces otro tipo de pasajero digno de estudio? Cuéntamelo 👇
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