El Bizum que nunca llega

Hay amores que no llegan.

Llamadas que no se devuelven.

Y luego está el Bizum que nunca llega.

Esa promesa digital que flota en el limbo financiero, entre el “ahora te lo paso” y el “uy, se me olvidó”.
Todos tenemos un amigo (o dos, o cuatro) especialista en el ghosting económico.

Y para los que estéis pensando “¿qué dice esta de ghosting?”, tranquilos, que aquí se viene a aprender y a reír.
Ghosting viene de ghost, “fantasma” en inglés. Se usa para hablar de alguien que, de pronto, desaparece sin dar explicaciones.
Originalmente se aplicaba a los amores: esa persona que un día te dice “qué bonito todo” y al siguiente se esfuma sin dejar rastro.
Pero ahora también lo usamos para otras desapariciones…
como ese amigo que te debe un Bizum y se ha desmaterializado más rápido que tu paga extra.

Y justo ahora, que se acerca la Navidad —esa época de luces, villancicos y gente comprando décimos como si fueran pasaportes a una nueva vida—, vuelve a pasar.
Porque sí, ilusos somos todos: soñamos con saldar deudas, tapar agujeros y, de paso, brindar en el Caribe. Topicazo de la Navidad, yes!

Empieza la tradición: uno compra un décimo, otro dice “yo me apunto, lo echamos a medias”.
Y ahí estás tú, con el boleto en la mano, creyéndote la gestora del grupo de la suerte.
“Son 5 euros cada uno”, dices inocente.
Y todo bien… hasta que llega el silencio.

Han pasado dos semanas.
El décimo está guardado.
Y dos de los cuatro todavía no han soltado ni un céntimo.
Y encima se molestan cuando se lo recuerdas.
¡Como si el Bizum fuera una ofensa personal!

A ver, nadie te ha puesto una pistola para participar.
Si no quieres, no compres.
Pero si dices que sí, apechuga, joder.
Porque si toca y no has pagado… ahhhh, se siente, cariño: no tienes parte de nada.
La suerte no se fía, y Hacienda tampoco.

Pero bueno, lo del décimo es solo el ejemplo navideño.
Pasa con todo.
Una comida. Una barbacoa. Una compra compartida.
Ese “te hago Bizum luego” que suena más falso que los propósitos de año nuevo.

Y una acaba pensando:
“¿Pero tú te crees que estoy aquí para financiar tus caprichos, alma de cántaro?”

El Bizum que nunca llega no duele por el dinero —bueno, un poco sí—,
duele porque simboliza la confianza, la palabra dada, el gesto mínimo de respeto entre colegas.

Así que este diciembre, junto a las luces y los polvorones, hagamos propósito de año nuevo:
que nunca más se quede un Bizum colgado en el limbo.
Y si te deben dinero, recuérdalo con cariño… pero también con firmeza.
Porque el amor puede esperar, pero el Bizum no.

Y tú… sí, tú, que estás leyendo esto.
Sé que te ha pasado. No me vayas a mentir.
Y si no te ha pasado… ¡eres tú el moroso!
Así que ya sabes: no te hagas de rogar, que de la amistad a la enemistad hay una línea muy delgada —nunca mejor dicho.

La amistad es valiosa, pero el dinero… el dinero se necesita para sobrevivir.
Y más hoy, tal y como está todo.

¿Y sueños?
Sueños tenemos todos.

Gracias por leerme.
💋 ¡Un beso!



Publicar un comentario

0 Comentarios