Ir a las Uñas: la espera, la emoción y el caos

El tema va de uñas, de féminas… aunque cada vez hay más chicos que les va el rollo de las uñas. Punto y seguimos.

Mi experiencia… y también mi experiencia en un chino. 😅

Cuando tengo que hacerme las uñas entro en un estado de casi éxtasis. No preguntéis por qué, pero sé que a la mayoría nos pasa.

Si eres de las de “ya!”, busca un lugar donde te las hagan en el momento; y si puedes esperar, mejor: te aseguras calidad y buen resultado. 

Porque esto es así: preguntas, buscas en Google, en Instagram… hasta que das con la persona que parece que hace las uñas fantásticas. Dices: “Aquí quiero ir”.

Pero antes, miras precios… tampoco quiero dejarme el precio de una noche de hotel. 😳 Buscas, buscas… finalmente das con la tuya.

Pides cita. Dos semanas después. A las 3 de la tarde. Pum. ¡Te da igual la hora! Con tal de ir y que te hagan una obra de arte, todo vale. 

Pero claro, ahora en septiembre saltó la bomba: que si dos componentes de los esmaltes son cancerígenos, que si provocan infertilidad, que si… vamos, que te pintas las uñas y parece que estás jugando a la ruleta rusa con tu útero. 🎯

Y yo me pregunto: ¿de verdad alguien cree que estos negocios van a coger toooodos sus esmaltes y tirarlos a la basura? Venga ya. Eso es como pensar que el bar de la esquina va a tirar la garrafa de ron "garrafón" porque lo pillaron en una  inspección… 

Y raro es, si una clienta va a decirle a la esteticista: “Oye, pásame el bote, que quiero analizar el INCI para ver si lleva TPO y DMTA” ¿Y una inspección? ¿Mirar etiquetas? Vale, sí, ¿y quién asegura que no están usando el stock de hace seis meses?

Lo lógico es que al final los salones cambien productos, pero… ¿a qué precio? Porque si el bote bueno cuesta más, prepara el bolsillo: tu manicura divina también va a costar como una cena en un sitio de postureo.

Sigamos... 

Tema de conversación en el salón

Llegas, la hora y el momento. Y allí estás. ¿Y ahora qué?

Para las sociables, habladoras, cualquier tema engancha. 😏

Para las que solo quieren relajarse, es difícil. Silencio incómodo… te sientes mala persona, antipática, idiota… y más calificativos. 😬

¿De qué se puede hablar? De temas livianos, no puedes o no debes profundizar  en otros temas más complejos, por tu bien y por el bien de todas. Se habla del tiempo, de bodas (y de ahí saltas a peinados, vestidos, temas de belleza). Uñas, experiencias previas… pero nunca critiques a otra manicurista. Eso está feo. Siempre hay que sacar un tema; si no, el silencio puede ser mortal. 

El momento de la obra de arte

Ahí estás, mirando cómo te realizan el gran trabajo: cortar, limar, aplicar primer, esmalte o acrílico.

Vas viendo la evolución… y piensas: ¡qué bonitas! 😍
Tus uñas, aunque sean medio de mentira, y tus manos divinas, perfectas para posar o hacer lo que quieras.

Unas manos arregladas, uñas pintadas, hidratadas… un espectáculo. 

Aunque haya gente que no lo aprecie, solo fijaos en la diferencia:
unas uñas mordidas, sucias o manos ásperas… versus unas manos bien cuidadas. 

Fotito y redes

Foto bonita para Instagram, ilusión máxima. Da igual si tienes 15, 28 o 40 años, la ilusión es la misma.

Pagas, pides la próxima cita, y el ciclo vuelve a empezar: disfrutas de ellas, esperas la próxima cita, buscas diseños, fotito para postear… y vuelta a empezar. 

Es como la regla: sangrado, ovulación, mal humor, dos días buenos… y vuelta al sangrado. 

El chino: la experiencia extrema

Y si te digo: “¡quiero ya mi manicura!”… pues vale, atenta a las consecuencias. Spoiler: las hay.

Me presento en un chino porque lo quería ya.
Un establecimiento más o menos grandecito: 7 mesas para uñas, 3 sillones de pedicura, un mostrador para cobrar, 5 chicos/as de rasgos asiáticos y 2 españolas, y lo se porque hablaban en español.

Los chinos ya sabéis que no hablan español… y no me digáis “¿y qué sabes?” ¡Sí, lo sé! Callaos. 😅 Solo hablan entre ellos.

Espero mi turno y llega la hora de sentarme. La mesa llena de polvo de uñas, le pasa la brochita plumero por encima y listo.

Un chino, chico, masculino, uñas más largas que las mías, naturales, unas más largas que otras, las del dedo chico muy largas… ni penséis más allá, mejor quedaos tal cual.

Ni te mira a la cara. Te coge una mano, te enseña una foto con distintas formas, y tú eliges.

Y me digo: “¡Chica! ¿No querías disfrutar del silencio?” 😳
Me pongo tensa. No sabes qué te va a hacer, no puede preguntarte nada y no puedes comunicarte con él.
No sabes chino, joder… ¡y ni te mira a la cara! Uffff, qué horror.

Te empiezas a agobiar. Miras a un lado, al otro; el chico limándote las uñas, quitando grasita o brillo…
Y sigues mirando a un lado pensando: “Joder, ¿por qué no me ha tocado la española?”

Cutículas… ni hablemos. Empuja una y otra vez, y que corra el aire.
Empieza a pegarte tips (trozos de uñas postizas), uno y otro, y otro más.
Y tú piensas: “¿Y si me voy ya?” Estoy a tiempo… parezco Eduardo Manostijeras, pero siempre puedo cortar mis uñas…

Respiras y continúas con tu culo en la silla, mirando el pelo del chino.

Llega la hora de elegir el largo.
Ni la palabra “así” sabe decir.
Te tira del dedo o aprieta para captar tu atención, te señala, asientes con la cabeza, corta, te lo enseña y espera que vuelvas a asentir o digas “sí”.

Empieza a rellenar, ves cómo habla con el otro chino en su idioma… y tú pensando: “Se están riendo de mí, ¿verdad?”
La otra chica y yo nos miramos incómodas y cruzamos unas palabras o frases de referencia.
¡Qué rato más largo! 😅
Esto es mil veces peor que un chino siguiéndote  por los pasillos de un bazar. Dios mío, que acabe ya.

Mientras tanto, ves un cuadro… cuadro porque está enmarcado, con una nota que dice:

“No funciona el TPV. Pagos en efectivo.” 😳

No llevaba efectivo, pero pensé: “Bueno, me va a salir gratis…”
Aunque, sinceramente, no me fío de lo que pueda hacer un chino.

Llamé a una española:
— Oye, acabo de ver ese cuadro… no tengo efectivo.
Y ella responde:
— ¿Nadie te puede traer?

¡Perdona?! ¿Llamo a mi madre, a mi marido, a mi hermana?
¿Que dejen lo que están haciendo, como si estuvieran en París, para que vengan a traerme efectivo? No. Nadie.

Esa nota… podrían ponerla en la puerta al entrar, en un lugar visible, o avisarlo al entrar.

Total, termino, voy al mostrador, digo:
— No tengo efectivo.

Me mira por mirar, porque ninguna reacción ni gesto salía de su cara… pero se va.
Viene un español, dice: “Vale”, saca el TPV y me hace el cobro. 💸

¿Algo que queráis comentarme?? 😆
Yo no tengo ganas de hablar más, pero os diré: siempre apostad por una española o persona de confianza.

Ahhh, y que no fui al chino por el precio, porque encima era más caro. Fui porque lo quería ya. ERROR DE LOS BUENOS. 

Así que nada, ya lo sabéis: entre la posibilidad de que el esmalte lleve ingredientes chungos, que el chino no hable tu idioma, o que no acepten tarjeta… hacerse las uñas a veces parece una mezcla entre Humor amarillo y First Dates.

💅 Que conste: esta es mi experiencia personal. No todos los chinos hacen las cosas mal… ni todas las manicuras son un caos. Pero desde luego, ¡yo no lo olvidaré! 😜
Para que veáis que el surrealismo manicuril es real, aquí la foto de una amiga: pidió una cosa y salió con otra. Parecen salidas de Art Attack.



Publicar un comentario

2 Comentarios

  1. JAJAJAJAJ lo que no te pase a ti, no puedo vaya. 😂

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Yo tampoco puedo! 😂😂 Pero es lo que hay… ¡hay días más divertidos que otros! Gracias por comentar, me alegra que te rías conmigo 💖

      Eliminar

¿Tienes algo que decir? ¡Recuerda! siempre con respeto